Y llegó el gran día. 20 km nos separaban de
Santiago de Compostela, del final del camino, de nuestro especial y conmovedor
camino. Amaneció en O Pedrouzo con un semblante serio en la cara de todos los
que componemos el Proyecto 12 Etapas 12 Causas. Sabíamos que íbamos a dar las
últimas pisadas por los preciosos caminos que nos guiaban hasta la Plaza del Obradoiro. Un
sentimiento extraño, querer acabar para poder gritar a los cuatro vientos que
habíamos podido con el reto y no querer acabarlo para poder seguir apostando
por la solidaridad que hemos llevado durante las 12 etapas. Cada miembro de
nuestra marea verdirroja había soñado en algún momento con la fotografía
perfecta al pisar la plaza de la Catedral Santiaguesa,
pero en nuestro subconsciente queríamos eliminar esa imagen por si no colmaba
nuestras expectativas.
Comenzó bien la preparación.
Domingo Márquez, nuestro compañero y amigo, que tuvo que abandonar en cuerpo
pero no en corazón la andadura, apareció justo antes de la sesión preparatoria
de la etapa final. Ha sido sin duda un plus de energía positiva para todo el
grupo y para creer que el momento de la entrada a Santiago podía ser uno de los
más especiales de nuestras vidas. Ahora sí, ahora sí estábamos todos para
disfrutar de nosotros, porque la etapa de hoy la dedicábamos precisamente a
nosotros. Un video de la andadura del club desde sus inicios hasta el comienzo
del Proyecto acallaba los sonidos del pabellón municipal de O Pedrouzo, la
música de piano de fondo y los sollozos eran la banda sonora. Una vez más
nuestro grito desgarrador retumbaba en el silencio de la mañana, una vez más
hemos demostrado ser un EQUIPO.
Abordamos el trayecto ataviados
para la ocasión, y es que la etapa de hoy estaba dedicada a concienciar sobre
el Cáncer de Mama, es por ello por lo que todos nos colgamos al cuello un
pañuelo rosa para homenajear a las mujeres que luchan cada día con esa
enfermedad. El camino ha sido lento, agonizante, latente, quizá porque no
queríamos que llegara el final. Ese caramelo que se saborea pausadamente sin
querer que se acabe, eso es lo que estaba ocurriendo. Miedo y respeto por lo
que nos encontraríamos. Las ovaciones y aplausos de días anteriores han sido
más especiales. A nuestro paso, ese: ¡vamos valientes que ya estáis ahí! ¡ya lo
habéis conseguido! ¡ahí van los de Huelva, los de las 12 causas!, nos ponían
los vellos de punta, los peregrinos se abrían para darnos paso acompasados de
palmas como las aguas se abrían ante el éxodo de los hebreos en el Mar Rojo. El
ambiente nos llevaba a rememorar anécdotas de días anteriores, de personas que
sin dudarlo arrimaron el hombro, de gestos que los llevaremos siempre con
nosotros. Así llegamos a Monte do Gouzo, el último escalón antes de llegar a la
capital gallega. Allí paramos para inmortalizar el momento, con nuestros amigos
castellonenses: Sacra, Raquel y Paco, los cariñosos argentinos; Cecilia y
Claudio, y nuestra encantadora Isabel de Murcia. Ellos encarnan el espíritu de
este proyecto solidario ya que fueron al camino para andar y disfrutar y han
acabado corriendo para ayudar a los demás. Mil gracias, estaremos eternamente
agradecidos.
Con paso lento tomamos las calles
de Santiago de Compostela. Las flechas amarillas y las conchas del suelo se
hacían más pequeñas, como queriendo desparecer a nuestro paso. Los abrazos, los
besos, las primeras lágrimas, las caricias, los te quieros, iban surgiendo entre nuestras pisadas. Con nervios llegamos
a la Porta do
Caminho, calle en subida en la que ya se ve la catedral de Santiago. Los
vítores de los peregrinos conocidos se hacían ensordecedores, comenzábamos a
preparar la entrada. Las seis chicas del grupo tomaron la iniciativa, como no,
a ellas y por ellas iba dedicado este día. Cogidas de las manos y ocupando el
ancho de la calle nos llevaban en volandas hacia el túnel que da paso a la
gloria. El color rosa tomaba la Praza da Inmaculada, que es el último punto a
los pies de la Plaza
del Obradoiro, y entonces ocurrió. El sonido de una gaita comenzaba a sonar
para acompasar nuestra carrera, era la música más bonita que habíamos escuchado
en nuestras vidas, era el escenario más bello que podía vivirse un catorce de
agosto en Santiago de Compostela. Ya todos temblábamos de emoción sin saber qué
nos íbamos a encontrar al girar la esquina, y allí estaban nuestros familiares
y amigos entonando para nosotros el ya famoso Sentimiento Bartolino. Cincuenta, cien, doscientas personas, no
sabemos cuántas había en la plaza, pero créannos que parecían mil. Mil
gargantas gritando campeones como si de héroes se tratara, mil gargantas
vitoreándonos, mil gargantas dejándolo todo por sus paisanos, por esos paisanos
que han llevado el nombre de San Bartolomé unido a la solidaridad por donde han
pasado. Los llantos de todos los atletas, de todos los que estaban allí, eran
de felicidad. Jamás hemos visto que tantas lágrimas significaran lo mismo.
Buscamos las palabras para explicarlo pero es que no las hay. Todos nos
fundimos en un abrazo, nos buscábamos, nos necesitábamos, queríamos compartir
todas las lágrimas que caían por nuestro rostro con nosotros mismos, queríamos
fundirnos en uno solo. De manera improvisada surgió un ensordecedor, ¿qué
somos? UN EQUIPO, ¿cómo estamos? UNIDOS, ¿qué hacemos? LUCHAR, LUCHAR Y LUCHAR.
La plaza gritaba al unísono con nosotros, ese grito de guerra que dará mucho
que hablar de ahora en adelante. Se acabó nuestro sufrir, porque si hay que
decir una cosa es que durante estos 312 km hemos sufrido de lo lindo en todos los
sentidos: por lo físico, por lo psicológico, por los compañeros, por los familiares,
por las historias conocidas, por las no conocidas, por lo soñado, por lo
vivido, por los peregrinos, por los enfermos de cáncer.
Pero aún quedaban más sorpresas
preciosas. Los hermanos Márquez, Javier, Domingo, Manuel y Daniel, eran
conducidos a una pancarta en la que se escondían sus padres. Javier, director
del Proyecto, que junto con Raúl pusieron la semilla inicial para que hoy
estemos contando estas vivencias, cumplía su sueño. El sueño de ver a su madre
para recibirlo en la Plaza
del Obradoiro, y es que hay que decirlo y gritarlo con orgullo, por ella y
gracias a ella comenzó todo. Los sentimientos se fueron apaciguando y fuimos
retomando la calma porque debíamos completar nuestro trabajo y realizar la
actividad dedicada al Cáncer de Mama. Reunimos a todas las personas que estaban
allí esperándonos y a más que se fueron sumando para formar un lazo gigante de
personas, entregándoles su correspondiente pañuelo y lazo rosas, con cartulinas
rosas para que se viera el por qué estábamos allí. Fue impresionante.
Acabado el lazo humano, la AECC (Asociación Española
Contra el Cáncer), con sus juntas provinciales de Huelva y Santiago de
Compostela, nos tenían preparadas varias sorpresas. Antes de ellas se leyó un
manifiesto por la vida, ese que en Hospital de Órbigo sobrecogió a muchas
personas sobre su puente romano. Ha sido aun más especial si cabe porque se lo
leíamos a los nuestros. Acto seguido se nos ha entregado una placa
conmemorativa por el trabajo realizado, por el Proyecto 12 Etapas 12 Causas. Gracias
por ese detalle tan bonito, lo guardaremos para siempre como un tesoro. Y
finalmente a 12 atletas se nos entregaron 12 cartas muy especiales. Cartas
dirigidas personalmente a algunos de nuestros atletas y otras dirigidas al club
y a la labor desempeñada. La lectura fue muy emotiva y se arrancaron aplausos y
lágrimas nuevamente con la lectura de las misivas. Pero quedaba la más
especial, la que Manuela, la madre de los hermanos Márquez les había escrito.
Fue conmovedora, no hemos oídos palabras más emotivas y mas sinceras en
nuestras vidas. Eso sí que ha sido un auténtico manifiesto por la vida.
Bueno qué más nos queda por decir,
qué más por contar. Todos hemos salido fortalecidos mentalmente de esta
experiencia y nos vamos a nuestras casas con el mejor sabor de boca jamás
imaginado. La vida de muchos de nosotros va a cambiar. Hemos aprendido en este
camino a ser mejores personas, a dejar de lado las dificultades
insignificantes, a sentir como nuestros los problemas de los que nos rodean y
no hablamos precisamente de los familiares, a saber sufrir por conseguir un
objetivo, a regalar abrazos para reconfortar a un amigo, a escuchar al que
quiere contarte su historia, en definitiva a eliminar de nuestro diccionario la
palabra egoísmo y sustituirla por solidaridad.
Todos nos han realizado la misma
pregunta, ¿y ahora qué? Nosotros hemos cumplido con lo que habíamos trabajado,
con nuestro Proyecto 12 Etapas 12 Causas, para concienciar y sobre todo, como
bien sabéis, para recaudar fondos en la lucha contra el Cáncer. Pero esto no
acaba aquí, vamos a seguir trabajando para que las personas que padecen esta
enfermedad y las que las padecerán puedan recuperar sus vidas, aportando
nuestro granito de arena en la lucha contra el Cáncer. Pronto más, os
esperamos.
(Imágenes sacadas de La Voz de Galicia)
Precioso lo que habéis hecho y enorabuena. Porque vida queda mucha
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